domingo, 31 de marzo de 2013

La columna que falló


Alguna vez apliqué para escribir una columna que cuya temática era "un análisis sobre la cultura musical subterránea." Pensaba llamarlo El lado C del vinil (Risas de fondo), pero por azares del destino (léase, hay gente más chingona que yo y/o mi idea y mi talento son pobres y mediocres) mi columna no fue elegida. Que bueno. No hubiera tenido tiempo para continuarla. Aquí dejo el borrador que mandé para la convocatoria.

Columna prueba: “Es que son bien comerciales”

NOTA: Si usted es como Frank Zappa y le disgusta la literatura relacionada a la música, lea la última oración para ahorrar tiempo. Si captura su atención, sea libre de leer el texto. Es corto y es gratis.

Uno de los clichés metaleros más comunes es igual que uno de los clichés “hipsters”: Conocen a la banda antes de que se vuelva “cool”, y cuando es “cool” se mueven a la siguiente nueva sensación antes que los demás. Sí. Tú, lector, que no conoces aquellas bandas de las que nadie habla entonces no mereces dirigirles la palabra, y si las conoces entonces ya no son tan buenas. Se volvió comercial cuando tú la conociste y ha perdido el encanto aquella banda que prometía mucho y se vendió.

Pues sí. Así son muchos metaleros. Y la cosa es que no es sólo en ese género. ¡Uy, no, en todos lados!

Aquí es donde yo digo que tal vez, sólo tal vez, exista una explicación para este fenómeno anti-comercial entre los aferrados a que sus ídolos se mantengan en el “underground”, donde no rompan esa privacidad e intimidad que ha acompañado a las bandas con sus pocos seguidores.

           No me detendré en los clásicos comentarios de “bajaron los estándares”, “dejaron sus raíces” o “se volvieron super fresas”. No. A mí no me molestan estándares, raíces ni nada de eso. Creo que lo que me molesta (y lo que al final importa) es la banalización de la música por parte de los escuchas. Arrancarle la importancia que pueda llegar a tener una banda o artista y sus creaciones, y convertirlos en música de fondo, para “que haya tantito ruido”, para que sepan que se anda a la moda.

            Banalizar la música. Banalizar el arte. Tal vez hasta banalizar el sentimiento humano. Eso es lo que a mí me molesta de la comercialización… ¡Ay pobre de mí, de los hipsters, de los metaleros y de nuestros sentimientos! ¡Ay, Dios mío…!

Por el otro lado…

Si hubiera en puerta una oferta con más dinero, haciendo lo que más me gusta con la única condición de adaptarlo para una mayor audiencia ¿me negaría? ¿nos negaríamos?... Seamos honestos, la respuesta de la mayoría sería “no”.

Y es que nos olvidamos de eso tan importante que es el lado humano de la música. Detrás de una canción hay uno o varios artistas entregando su esfuerzo y creatividad para ser juzgados a los oídos de esa gente que tal vez nunca llegarán a conocer. Pero no viven de aplausos. Nadie vive de aplausos. Viven de comida, un lugar donde dormir, servicios básicos, medicinas… Humanos. Tú sabes.

Quieren dejar su testimonio. “Aquí estuve, esta es mi canción y te la ofrezco a ti. La comparto contigo. La puedes amar, odiar o serle indiferente, pero escúchala. Yo estuve aquí”. Algunos se quedarán. Muchos (MUCHOS) se irán. Pero no se quieren ir nada más con aplausos. Sin embargo muchos se van con eso y la gran mayoría ni con eso. Así es esta vida.

A mí no me gustaría morir en la miseria y por desgracia no soy talentoso en algún instrumento (léase “no practico y me la paso haciéndome menso”), pero supongo que después de todo soy tan humano como aquellos que hacen música y no logran el tan ansiado reconocimiento (sean o no buenos artistas). La música se me da por capricho, “hobby” o pasión. No soy músico y si algún día compongo alguna canción no pasará más que de lo anecdótico.

Usted opine ¿Importa que sean decenas, centenas o millares? ¿La Mona Lisa sería más arte si sólo la apreciaran unos cuantos? ¿Es menos arte si se le considera una atracción? No. No es más ni menos. Simplemente se le banaliza, se le cree menos o se le resta importancia. Y el público es el que hace esto. ¿Cuándo fue la última vez que visitó un museo de arte cuya exposición tuviera un enfoque hacia la música? No es que no existan. Es que a muchos no les importa.

Podrán argumentar que para eso están los conciertos, y en gran medida, sí… pero he visto películas en museos cuando su lugar debería ser el cine (siguiendo la lógica del argumento), ¿O nada más la música?

Lo comercial; el comercialismo, la comercialización. Llámele usted como quiera. ¿Un mal necesario? Tal vez no sería mal si no cargáramos con accesorios electrónicos y le diéramos shuffle cada dos segundos.  Sí, eso es. Creo que puedo resumir el texto en pocas palabras: Hemos convertido a la música en un accesorio superficial.

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