Alguna vez apliqué para escribir una columna que cuya temática era "un análisis sobre la cultura musical subterránea." Pensaba llamarlo El lado C del vinil (Risas de fondo), pero por azares del destino (léase, hay gente más chingona que yo y/o mi idea y mi talento son pobres y mediocres) mi columna no fue elegida. Que bueno. No hubiera tenido tiempo para continuarla. Aquí dejo el borrador que mandé para la convocatoria.
Columna prueba: “Es que son bien
comerciales”
NOTA: Si usted es como Frank
Zappa y le disgusta la literatura relacionada a la música, lea la última
oración para ahorrar tiempo. Si captura su atención, sea libre de leer el
texto. Es corto y es gratis.
Uno de los clichés metaleros más
comunes es igual que uno de los clichés “hipsters”: Conocen a la banda antes de
que se vuelva “cool”, y cuando es “cool” se mueven a la siguiente nueva
sensación antes que los demás. Sí. Tú, lector, que no conoces aquellas bandas
de las que nadie habla entonces no mereces dirigirles la palabra, y si las
conoces entonces ya no son tan buenas. Se volvió comercial cuando tú la
conociste y ha perdido el encanto aquella banda que prometía mucho y se vendió.
Pues sí. Así
son muchos metaleros. Y la cosa es que no es sólo en ese género. ¡Uy, no, en
todos lados!
Aquí es donde
yo digo que tal vez, sólo tal vez, exista una explicación para este fenómeno
anti-comercial entre los aferrados a que sus ídolos se mantengan en el
“underground”, donde no rompan esa privacidad e intimidad que ha acompañado a
las bandas con sus pocos seguidores.
No
me detendré en los clásicos comentarios de “bajaron los estándares”, “dejaron
sus raíces” o “se volvieron super fresas”.
No. A mí no me molestan estándares, raíces ni nada de eso. Creo que lo que me
molesta (y lo que al final importa) es la banalización de la música por parte
de los escuchas. Arrancarle la importancia que pueda llegar a tener una banda o
artista y sus creaciones, y convertirlos en música de fondo, para “que haya
tantito ruido”, para que sepan que se anda a la moda.
Banalizar
la música. Banalizar el arte. Tal vez hasta banalizar el sentimiento humano.
Eso es lo que a mí me molesta de la comercialización… ¡Ay pobre de mí, de los
hipsters, de los metaleros y de nuestros sentimientos! ¡Ay, Dios mío…!
Por el otro
lado…
Si hubiera en puerta una oferta con más
dinero, haciendo lo que más me gusta con la única condición de adaptarlo para
una mayor audiencia ¿me negaría? ¿nos negaríamos?... Seamos honestos, la
respuesta de la mayoría sería “no”.
Y es que nos
olvidamos de eso tan importante que es el lado humano de la música. Detrás de
una canción hay uno o varios artistas entregando su esfuerzo y creatividad para
ser juzgados a los oídos de esa gente que tal vez nunca llegarán a conocer. Pero
no viven de aplausos. Nadie vive de aplausos. Viven de comida, un lugar donde
dormir, servicios básicos, medicinas… Humanos. Tú sabes.
Quieren dejar
su testimonio. “Aquí estuve, esta es mi canción y te la ofrezco a ti. La
comparto contigo. La puedes amar, odiar o serle indiferente, pero escúchala. Yo
estuve aquí”. Algunos se quedarán. Muchos (MUCHOS) se irán. Pero no se quieren
ir nada más con aplausos. Sin embargo muchos se van con eso y la gran mayoría
ni con eso. Así es esta vida.
A mí no me
gustaría morir en la miseria y por desgracia no soy talentoso en algún
instrumento (léase “no practico y me la paso haciéndome menso”), pero supongo
que después de todo soy tan humano como aquellos que hacen música y no logran
el tan ansiado reconocimiento (sean o no buenos artistas). La música se me da
por capricho, “hobby” o pasión. No soy músico y si algún día compongo alguna
canción no pasará más que de lo anecdótico.
Usted opine
¿Importa que sean decenas, centenas o millares? ¿La Mona Lisa sería más arte si
sólo la apreciaran unos cuantos? ¿Es menos arte si se le considera una
atracción? No. No es más ni menos. Simplemente se le banaliza, se le cree menos
o se le resta importancia. Y el público es el que hace esto. ¿Cuándo fue la
última vez que visitó un museo de arte cuya exposición tuviera un enfoque hacia
la música? No es que no existan. Es que a muchos no les importa.
Podrán
argumentar que para eso están los conciertos, y en gran medida, sí… pero he
visto películas en museos cuando su lugar debería ser el cine (siguiendo la
lógica del argumento), ¿O nada más la música?
Lo comercial;
el comercialismo, la comercialización. Llámele usted como quiera. ¿Un mal
necesario? Tal vez no sería mal si no cargáramos con accesorios electrónicos y
le diéramos shuffle cada dos segundos.
Sí, eso es. Creo que puedo resumir el
texto en pocas palabras: Hemos
convertido a la música en un accesorio superficial.
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